Atasco

En ocasiones quiero escribir pero no sé. La mayoría de veces, sencillamente, soy una perezosa y no me da la gana, para que os voy a mentir, pero otras muchas quiero y no me veo capaz. Hay varios temas que tengo guardados en el cajón, esperando su oportunidad, sobre los que me gustaría plasmar* mis pensamientos (aprovechando que, total, aquí aún hace eco y no molesto a nadie), pero no encuentro las palabras o el orden adecuado de las palabras para expresar lo que pasa por mi cabeza. Si algún escritor leyera esto, coincidiría conmigo probablemente en lo fácil que parece todo dentro de tu mente y lo complicado que se hace a veces trasladarlo a un papel (o a una pantalla). Porque en tu cerebro la idea está ahí, clara como el mar un día de otoño, genial, casi palpable, pero cuando alargas la mano para agarrarla se escurre y se derrama y se esparce en un millón de moléculas que saltan aquí y allá y tú tienes que hacer el pino para intentar atraparlas y que no se escapen.

Yo he venido aquí a hablar de otra cosa. Tenía muy claro el concepto, tenía muy claro lo que quería transmitir. Tenía hasta claro el título, porque poner títulos siempre me ha parecido fácil y divertido y sugerente. Pero, ¡ah!, lo demás... Lo demás ya es otra cosa. Tenía muy claro de qué venía a hablar esta noche pero, oiga, que no ha querido salir. Porque escribir es como las relaciones: a veces, simplemente, no es su momento y lo que hoy es imposible, mañana fluye solo. Y atascarse en un punto determinado no implica necesariamente que no vayas a arrancar un poco más adelante. Sé que Mr. Wonderful estaría orgulloso de esta reflexión, pero también sé que es verdad porque me ha pasado un montón de veces.

Así que aquí estoy, escribiendo sobre que no me siento apta para escribir, buscando en exceso palabras en el diccionario de sinónimos (como "apta") porque ni siquiera parece que hoy tenga vocabulario, preguntándome por qué no apago el ordenador y me pongo a leer un libro de algún señor que sí fue apto y tenía vocabulario, llegando a preguntarme por un instante si es vocabulario o bocavulario pero juro por Dios que ha sido una centésima de segundo y que ya he recuperado las neuronas de la ortografía, aunque tal vez tuviera más sentido bocavulario, si lo pensáis.

Y entonces me digo que lo honesto sería borrar todo este montoncito de basura pseudoliteraria e irme a dormir, que ya va siendo hora, pero luego pienso que para lo que me pagan, que es nada, bien puedo dejar todas estas reflexiones insustanciales flotando en el ciberespacio exterior porque, bueno, la gente suelta cualquier mierda que se le ocurre en twitter y hay influencers con cientos de miles de seguidores que solo dicen gilipolleces así que, mire, ¿voy a ser yo menos que una influencer?

Total, que ni he es escrito sobre lo que había venido a escribir, ni he tirado el ordenador por la ventana cuando estuve a tiempo, pero no pierdo la fe en que un día de estos, de pronto, todas esas palabras que esta noche me huyen se presenten en fila, ordenadas e instruidas, y me permitan construir un texto más coherente.

Si algún escritor leyera esto diría, y con razón, que esa última reflexión es una petardada y que eso de sentarse a contemplar el infinito a la espera de que la Santísima Inspiración te ilumine es una estupidez que sólo se cree el más bobo de los ilusos; diría que hay que currárselo, que hay que echarle horas, que hay que escribir, borrar, reescribir, cabrearse, frustrarse, volver a escribir y echarle aún más horas. Pero bueno, yo no soy escritora. Si quieren más calidad, súbanme el sueldo.

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