A fuego lento

Al principio no le prestas atención, aunque ha hecho que levantes las orejas y te pongas en guardia: algo no está bien. Te pasa más o menos desapercibida entre las demás oraciones que componen la conversación, se camufla en el follaje de palabras que iban antes y después, finge ser una más. Pero no, no lo ha sido, no lo es. Una especie de escozor te ha recorrido después de que llegara a ti, entrecierras los ojos como Clint Eastwood en la Trilogía del Dólar y una sensación, como el frío en un día húmedo de invierno, empieza a calarte por dentro poco a poco antes de que te des cuenta de lo que ha pasado.

Y lo que ha pasado, para empezar, es que la has dejado pasar. La frase ha aparecido revoloteando en la charla, te ha picado con su aguijón venenoso y se ha marchado zumbando antes de que pudieras darle el manotazo mortal. Ahora, conforme pasan los minutos, las horas, incluso los días, comienzas a notar ese picor que va en aumento. ¿De verdad me han dicho esto? ¿Y yo lo he dejado pasar? Porque La Frase, que vino, vio y venció sin que tú llegaras a percatarte, se merecía una respuesta rotunda y contundente, lapidaria. O una piedra en sentido literal, y apuntando a la cabeza. Porque La Frase, que te han soltado (de manera real o fingida) alegre y despreocupadamente, es una imbecilidad monumental.

Pero eh, no te ofendas, no te sientas herido, no te enfades. La intención no era esa. La intención era decir lo que le pasara por la cabeza y le saliera de las narices a la persona que la dijo sin pararse ni medio segundo a plantearse qué sentirías tú al escucharla o leerla. Al fin y al cabo el receptor del mensaje tampoco es tan importante. La intención es lo que cuenta.

Sin embargo tú, deleznable receptor egocéntrico, tienes cierta opinión al respecto. Por lo de que la comunicación sea emisor-mensaje-receptor, no por otra cosa. Y esa opinión se va cociendo a fuego lento, muy lento, porque en su momento la dejaste pasar pero al día siguiente La Frase vuelve a ti y empiezas el pormenorizado análisis. Y el razonamiento. Y la argumentación que omitiste cuando debías. Y el historial de frases y hechos anteriores desde principios de siglo. Y el picorcillo que se empieza a convertir en ardor. Y el cabreo que ya no puedes controlar y que tampoco parece tener sentido, porque ya han pasado dos semanas o dos años. Pero, ¿las frases prescriben? Sólo tu úlcera puede responder a eso.

Algunas Frases, aunque a primera vista parece que sólo son frases, te hacen descubrir, de repente, algo de la otra persona. Una súbita revelación que aparece, clarísima, detrás de lo que te acaban de decir de forma aparentemente casual. Otras te hacen tomar una determinación, de esas que haces en silencio con los labios apretados, sin que nadie lo note, de esas que son una promesa a ti mismo que no vas a romper, sin que Emisor sospeche mínimamente lo que sus palabras acaban de desencadenar dentro de ti.

Y es que cuando aparece La Frase, aunque pienses que sólo ha sido un picotazo pasajero, hay que pisar el freno, detenerse en seco si es preciso, y prestarle la atención que merece; convertirte entonces tú en el emisor y decir lo que piensas antes de que derive en urticaria o muerte por combustión interna. "Mira, eso que has dicho no es así." "No ha tenido gracia." "Me ha dolido." "Eso es una enorme estupidez." O, simplificando: "Eres un grandísimo gilipollas."

Comentarios

  1. Sé de lo que hablas. He dejado muchas pasar hasta que pisas el freno y te bajas del coche. Y los de dentro ya te dan igual, porque detrás de una de esas frases iba otra. ¿Bien o mal? Pues ha pasado un año y no me arrepiento. ¿Por qué iba a hacerlo si ellos no se arrepentían de sus "gracias"?

    Quizás debería aprender a comunicarme mejor y saber parar a tiempo. Luego recuerdas que ya lo intentaste una vez y a los meses vuelven a las mismas.

    Gracias, L. Siempre en el clavo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti por leerme y comentar. Y sí, uno va aprendiendo con el tiempo a saber cuándo dejarlas pasar y cuándo no. Que también hay que hacerlo. ¡Un abrazo con limón!

      Eliminar
  2. a mí me pasa igual. en un momento dado me hacen un comentario más o menos desafortunado o desagradable, y quizá en ese momento dado no le doy demasiada importancia, pero luego le voy dando vueltas y cabreándome cada vez más, en plan: "pero por qué tuvo que decirme eso, el muy gilip...?". >:(

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, siempre reaccionamos tarde y después de irnos recociendo, pero cada vez menos :)

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Fin de etapa

Berta