Pegarle un tiro

 Las cosas no deberían ser tan difíciles como las hacemos muchas veces. Deberíamos ser más prácticos, más eficientes y más listos pero eso de tener sentimientos, emociones y vínculos suele complicarlo todo hasta límites absurdos. Somos capaces de mantener relaciones que no tienen ningún cochino sentido por el simple hecho de no ser capaces de acabarlas. Y es verdad que el "simple" hecho de acabarlas es de todo menos simple, pero lo cierto es que mantener algo que se sostiene únicamente en no encontrar un final es tan ridículo que, si nos paráramos a pensarlo, nos sonrojaríamos avergonzados.

Pero claro, lo de los adentros. Lo del querer, el cariño, el orgullo, el miedo, la nostalgia, LO DEL SENTIR. Esa maraña emocional que lo envuelve casi todo como una tela de araña y que tan pocas veces estamos dispuestos a limpiar. Porque sí, somos humanos, se lo decimos al captcha cada vez que nos obliga a contar cuántas señales de tráfico hay en esa imagen, y sí, es inevitable que las relaciones se acaben revistiendo con todas esas alhajas sentimentales. Al fin y al cabo son relaciones, no muebles de IKEA asépticos y de líneas rectas.

Sin embargo, lo cierto y verdad es que en ocasiones las relaciones no funcionan. Y no pasa nada. La vida está llena de cosas que no funcionan, como el pintalabios fijo, pero también tiene un buen puñado de cosas que sí, aunque prefiramos de forma masoquista fijarnos en las primeras, porque nos encanta el drama y un buen revolconcito en la miseria de vez en cuando. Así que acabamos manteniendo en nuestra existencia vínculos rotos y por motivos equivocados. Es que somos amigas desde pequeñas... Es que éramos tan colegas en la carrera... Es que llevamos treinta años casados... Es que decidí permanecer a su lado a pesar de que todos creían que era gilipollas, aunque se haya acabado demostrando que, efectivamente, es gilipollas, pero cómo lo voy a reconocer... Es que fuimos tan felices hace un tiempo, en otro momento, pasado, remoto y extinto... Es que lo nuestro podía haber sido bonito y puede que aún...

Entonces, un día, te das cuenta de que hay alguien en tu vida viviendo de las rentas, de un pasado que ya se fue, y que lo único que os mantiene unidos es la costumbre, la nostalgia, la pereza, pero que no os estáis aportando mutuamente (o unilateralmente, qué coño, que cada cual mire por lo suyo) y que si tienes que dar una razón actualizada que justifique lo vuestro, no te viene nada a la cabeza. Y es que todos tenemos una relación que es como los caballos en las películas del Oeste, cuando se rompían las patas y lo más misericordioso, a pesar de la tristeza, era pegarles un tiro. Porque mantenerlos con vida sólo implicaba alargar una agonía que igualmente acabaría en un trágico final.

Qué difícil el paso, qué penosa la decisión. Qué avalancha de recuerdos y de miedos. Y ahora qué. Y, sin embargo, sabes que es lo mejor, lo más sano, lo más honesto. Y lo ligero que te sientes después, que parece que puedes saltar un poquito más alto que antes.

Un día haces acopio de valor, respiras muy hondo, pones el dedo en el gatillo y cuentas.

Uno.

Dos.

Y a veces, las menos muy pocas, de repente el caballo te mira fijamente, se pone de pie y vuelve a trotar.

Comentarios

  1. "Porque mantenerlos con vida sólo implicaba alargar una agonía que igualmente acabaría en un trágico final."

    Cuánta razón. Pasado el tiempo se agradece la decisión y el coraje.

    ¡Un abrazo fuerte!

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  2. Anoche vi un programa sobre Ágata Ruiz de la Prada y hoy leo esto...tú eres amiga de Pedro J, no??

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