El fin

No sé si quiero seguir con el blog. (Entrada nº 2)Es muy propio de mí: saber que algo no es buena idea casi desde el principio y aun así seguir adelante hasta el dramático y evitable final. Por qué no, hacerlo fácil es de cobardes. Pero hablemos del blog y no de mi vida sentimental.

Decidí que no sería una obligación. Nada de plazos, nada de entregas periódicas, nada de promesas que no cumpliré y corazones que romperé por ello. (Nada de exagerar). Vale, escribe cuando te apetezca, sin presión, cuando te salga ardiendo de dentro, como decía Bukowski. Total, probablemente tampoco te lea nadie. Te debes a tu público y tu público es inexistente. Todo en orden. Como lanzar una botella al mar con un papelito dentro, si lanzar botellas al mar no fuera de sucios y despreciables terroristas medioambientales. Sin embargo, yo sé que está ahí. Dondequiera que ahí sea. En algún lugar del inmenso ciberespacio está este rincón que yo decoré una mañana optimista creyendo que tendría algo que contar; algo interesante que contar o una forma interesante de contar algo. A quién voy a engañar, solo sería lo segundo. Alguna persona sin criterio piensa que puedes hacerlo, por motivos que se te escapan, y tu ego, estúpido e insaciable, decide creérselo porque le conviene. Y en el fondo sabes que no le falta razón del todo. Al menos sabes dónde tienes que poner las comas, aunque a veces rompas las tiránicas cadenas de la RAE y las dejes caer aquí y allá como un puñado de gusanitos en un estanque de patos. Y metáforas absurdas que no falten.

Pero, ¿hacía falta? No, claro que no, absolutamente no. Ni para nadie ni para mí. Que yo tengo muchas libretas llenas de palabras que sólo me importan a mí. Como aquí, pero sin exponerme. Porque, ¿hay necesariamente que exponerse? Hoy en día la respuesta parece ser sí, claro que sí, absolutamente sí. Exponte todo lo que puedas, di todo lo que piensas, muestra todo lo que haces, opina sobre cada cosa del mundo, comparte. Comparte. Luego nadie tiene tiempo para tomarse una cerveza con nadie, pero comparte. ¿Tiene algo que decir? Aquí tiene, su megáfono. Y sonría, que le están enfocando. Entonces, sin darte cuenta, te ves con tu megáfono en las manos sin saber qué hacer con él. Tienes que hacer algo con él: grita, silba, canta, recita poesía, eructa. Cómo no lo vas a hacer, si lo tienes. Aunque a nadie le importe, nadie lo escuche. Tal vez un día alguien encuentre tu botella entre un montón de deshechos plásticos  en el mar. Tal vez no.

Por otro lado, me dijeron que mejor me dedicara a dibujar, lo cual, para mí, es un motivo estupendo para que me dedique precisamente a escribir. Bien mirado, tampoco hago daño a nadie y es gratis, para todos. Qué importa si un día me hago un café, pongo a reproducir el disco de un viejo amigo, enciendo el ordenador y escribo sobre gaviotas. O sobre gatos o sobre tomates cherry. Qué importa si un día me pongo intensa y escribo sobre (Dios no lo quiera) sentimientos. Aquí tengo mi megáfono, aquí tiene sus tapones para los oídos. Circule.

Al fin y al cabo, siempre queda la esperanza de que una mala idea salga bien, alguna vez.

Comentarios

  1. Creo que los blogs tuvieron un auge grande hace tiempo. Son difíciles de mantener pero si lo haces a modo de desahogo ni tan mal, presiones cero. Te echamos de menos limona, tus concursos, tus dibus, toda tú.

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    1. No había visto este mensaje hasta ahora. Y este es mi nivel de desastre con el blog. Perdón. Y gracias por esas palabras bonitas y por leerme. Saludos a tuiter (supongo) ^^

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